sábado, 23 de março de 2013

Hay que Cuidar la Vida del Principio al Final - por Cardeal J. Bergoglio (Papa Francisco)

In AICA

Desgrabación de la homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, en la misa en honor del santo protector de las embarazadas, San Ramón Nonato (31 de agosto de 2005)


Cuando uno escucha lo que dice Jesús: Miren, “yo a ustedes los mando, los envío como ovejas en medio de lobos”, dan ganas de preguntarle: “Señor ¿estás bromeando, o no tenés otro lugar mejor donde mandarnos? Porque es un poco escalofriante lo que dice Jesús: “si ustedes llevan mi mensaje adelante, los van a perseguir, los van a calumniar, les van a meter trampas para entregarlos a los tribunales y que los maten. Pero ustedes sigan adelante, por eso cuídense nos dice Jesús, y sean astutos, sean vivos como la serpiente pero muy sencillos como las palomas”, juntar las dos cosas.
 
El cristiano no se puede dar el lujo de ser salame, está claro, de ser tonto, no nos podemos dar ese lujo,  porque llevamos un mensaje muy lindo de vida y no nos es permitido ser tontos, por eso Jesús dice: “Sean astutos, cuídense”. ¿En qué consiste la astucia del cristiano? En saber distinguir quién es lobo y quién es oveja. Y cuando en este carnaval de la vida se nos disfraza un lobo de oveja, también saber olfatearlo, “mirá,  vos tendrás piel de oveja pero el olor que tenés es de lobo” y ésto, este envío que nos da Jesús es para algo muy importante, es para algo muy grande. Jesús nos dice una cosa que nos llama la atención, cuando alguien le pregunta: “bueno ¿a qué viniste vos al mundo?“. “Mire, yo vine a traer vida y que la vida sea en abundancia, yo los envío a ustedes para que lleven adelante esa vida, y que sea abundante”.

Jesús no vino a traer muerte,  más aún,  la muerte del odio, la muerte de las peleas, la muerte de la calumnia, ese matar con la lengua. Jesús no vino a traer muerte, la muerte la sufrió Él por defender la vida, Jesús vino a traer vida y esa vida abundante, y nos envía llevando esa vida pero nos dice: “¡Cuidado!”, que hay gente que tiene lo que hoy escuchamos, no está en el Evangelio, la cultura de la muerte. Es decir que la vida le interesa tanto cuanto  sirva, tanto cuanto le puede dar una utilidad y si no, no interesa. Y en todo el mundo, prendido está este yuyo de la cultura de la muerte. 

Estaba leyendo un libro hace un tiempo, donde estaba esta frase que a uno lo conmociona: “En el mundo de hoy, lo más barato es la vida, lo que menos cuesta es la vida”. Por lo tanto, lo más dejado de lado, lo más descartable.

Este viejo, esta vieja, no sirven; descartados, los colgamos en el geriátrico como colgamos el sobretodo en el verano, con tres bolitas de naftalina en el bolsillo y lo colgamos en el geriátrico porque ya están descartables, no sirven. 

Este chico que está en camino molesta a la familia, “¡Uy! para qué, qué sé yo, descartémoslo y mandémoslo al remitente”.
Eso es lo que nos predica la cultura de la muerte. 

Este chico que tengo en casa, y bueno, no tengo tiempo para educarlo, que crezca solo como si fuera un yuyo del campo, y este otro chico que no tiene qué comer, ni zapatillas para ir al colegio, y bueno, lo siento mucho, pero yo no soy redentor de todo el mundo. 

Así predica la cultura de la muerte, no le interesa la vida, ¿qué es lo que interesa?, el egoísmo, interesa sobrevivir uno, pero no dar vida, cuidar vida, ofrecer vida. 

Hoy en este Santuario de la Vida, en este día del Patrono de la Vida, Jesús nos vuelve a decir: ¡Cuidado!, yo vine a traer vida y vida en abundancia, pero ¡cuidado!, van a estar rodeados de lobos, van a estar ustedes para defender la vida, para cuidar la vida.

¡Cuidar la vida!, qué cosa linda cuando uno ve,  ¡qué sé yo! que un abuelo, una abuela, que quizás ya no puede hablar, que está paralítico, y va el nieto o el hijo y le agarra la mano,  y en silencio lo acaricia nada más. Eso es cuidar la vida. Cuando uno ve gente que se preocupa para que este chico pueda ir al colegio, para que el otro no le falte la comida, eso es cuidar la vida. 

¡Abrir el corazón a la vida!, porque el egoísmo de la muerte, la cultura de la muerte egoísta, es como el yuyo del campo, ese yuyo, la gramilla o la casia negra, o la cicuta, va creciendo, va invadiendo y mata los árboles, mata los frutos, mata las flores, mata la vida. La maleza. Acuérdense que una vez Jesús hablé de eso, dijo: “Cuando la semilla que es vida, cae en medio de las malezas, las espinas la ahogan”, las espinas del egoísmo, de las pasiones, del querer todo para uno. La vida es siempre dar, darse, y cuesta cuidar la vida ¡vaya si cuesta!, cuesta lágrimas. 

Qué lindo es cuidar la vida, dejar crecer la vida, dar vida como Jesús, y darla abundantemente, no permitir que ni uno de los más pequeños se pierda. Eso lo pidió Jesús al Padre: “que ninguno de los que Vos me diste se pierda, que toda la vida que Vos me diste para cuidar, sea cuidada, que no se pierda”, y nosotros cuidamos la vida, porque Él cuida nuestra vida ya desde el seno materno. Lo tenemos en el lema de este año: “Desde el seno materno fuiste nuestro protector”. Él nos cuida y nos enseña eso.

Nosotros no cuidamos la vida. Porque hay una orden ética de cuidar la vida, cuidamos simplemente la vida. Jesús nos enseña a cuidar la vida porque es la imagen de Dios que es todo vida. No podemos anunciar otra cosa que vida, y desde el principio hasta el final. Todos debemos cuidar la vida, acariciar la vida, ternura, calidez. Eso es a lo que hoy se nos llama y qué lindo. 

Pero es un camino que está lleno de lobos, y quizás por esto nos lleven a los tribunales, quizás por esto, por cuidar la vida nos maten. Pensemos en los mártires cristianos. Los mataban por predicar este Evangelio de vida, este Evangelio que trajo Jesús. Pero Jesús nos da la fuerza. ¡Adelante! no sean tontos, acuérdense, un cristiano no puede darse el lujo de ser tonto, no voy a repetir salame, tonto, no puede darse el lujo, tiene que ser vivo tiene que ser astuto, llevar la cosa adelante. 
 
Cuando uno habla de esas cosas de la cultura de la vida, a la que estamos llamados, se siente la pena de que en tantos corazones, y aun desde chicos, se le siembre la cultura de la muerte. Se le siembre el egoísmo, se le siembre el “bueno y a mí que me importa lo que le pasa al otro”, quién soy yo para cuidar al otro. Esa frase, ¿se acuerdan quién la dijo primero? Caín. “¿Acaso soy yo el que tiene que cuidar a mi hermano?”, Es frase de crimen, es frase de muerte, es una pena que a veces ya de chicos crezcan en esta concepción, que se les inculque esta concepción egoísta y se configure el hombre y la mujer, lo dije acá una vez y lo repito, que le podemos poner como sobrenombre yo, me, mi, conmigo, para mi, todo para uno, nada dar a otro,  porque dar la vida es abrir el corazón, cuidar  la vida es des-hilvanarse en la ternura y la calidez hacia los otros, preocupar mi corazón por los otros. 

Hoy vamos a bendecir a los mensajeros de la vida. Son los que van a llevar las imágenes de San Ramón Nonato por las casas. Van a ir por las casas, y cada vez que llega la imagen a una casa, no es para exclamar ¡ay qué lindo!, la tengo para mí. Si no que es para recordarme que tengo que luchar por la vida, cuidar la vida, que no tiene que haber un solo chico que no tenga derecho a nacer, que no tiene que haber un solo chico que no tenga derecho a estar bien alimentado, que no tiene que haber un solo chico que no tenga derecho de ir a la escuela. Cuántos chicos están trabajando de cartoneros, los veo yo en el centro de Buenos Aires, no van a la escuela, es que los explotan los padres. Y ¿quién provoca que los padres exploten a los chicos?,  la cultura de la muerte. Que no tiene que haber un solo chico que no crezca, que no viva su adolescencia abierto a la vida, que no tiene que haber ninguna persona adulta que no se preocupe por qué le falta al otro, qué necesita otro para que tenga más vida, y que no haya un solo anciano guardado, solo, tirado. 

Cuidar la vida del principio al final, qué cosa tan sencilla, qué cosa tan linda. Padre ¿y para eso hay tantos lobos que nos quieren comer?, para eso, díganme ¿Jesús a quien mató?, a nadie, hizo el bien y ¿cómo terminó? Si nosotros vamos por el camino de la vida nos pueden pasar cosas feas, pero no importa, vale la pena, El abrió el camino primero. 

Así que, ¡adelante y no se desanimen, cuiden la vida, que vale la pena! Que así sea.

Dictadura del relativismo es pobreza espiritual de nuestros días, dice el Papa

VATICANO, 22 Mar. 13 / 10:01 am (ACI/EWTN Noticias).- Al dirigir esta mañana un discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa Francisco explicó que su nombre se debe al gran santo de Asís y su amor a los pobres, y precisó que existe en nuestros días una pobreza espiritual aún mayor que es la dictadura del relativismo, como la llamaba Benedicto XVI.

"Como sabéis, son varios los motivos por los que elegí mi nombre pensando en Francisco de Asís, una personalidad que es bien conocida más allá de los confines de Italia y de Europa, y también entre quienes no profesan la fe católica. Uno de los primeros es el amor que Francisco tenía por los pobres", dijo el Santo Padre.

"¡Cuántos pobres hay todavía en el mundo! Y ¡cuánto sufrimiento afrontan estas personas! Según el ejemplo de Francisco de Asís, la Iglesia ha tratado siempre de cuidar, proteger en todos los rincones de la Tierra a los que sufren por la indigencia, y creo que en muchos de vuestros países podéis constatar la generosa obra de aquellos cristianos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los marginados, y que, de este modo, trabajan para construir una sociedad más humana y más justa".

El Papa explicó luego que "hay otra pobreza. Es la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta gravemente también a los países considerados más ricos. Es lo que mi Predecesor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama la ‘dictadura del relativismo’, que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia entre los hombres".

"Llego así a una segunda razón de mi nombre. Francisco de Asís nos dice: Esforzaos en construir la paz. Pero no hay verdadera paz sin verdad. No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede reclamar siempre y sólo su propio derecho, sin preocuparse al mismo tiempo del bien de los demás, de todos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna a todo ser humano en esta tierra".

Tras señalar que otro de los títulos del Obispo de Roma es el de Pontífice, es decir, el que construye puentes, el Santo Padre dijo que "en esta tarea es fundamental también el papel de la religión. En efecto, no se pueden construir puentes entre los hombres olvidándose de Dios. Pero también es cierto lo contrario: no se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás".

"Por eso, es importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo que en primer lugar con el Islam, y he apreciado mucho la presencia, durante la Misa de inicio de mi ministerio, de tantas autoridades civiles y religiosas del mundo islámico". 

El Papa dijo luego que "también es importante intensificar la relación con los no creyentes, para que nunca prevalezcan las diferencias que separan y laceran, sino que, no obstante la diversidad, predomine el deseo de construir lazos verdaderos de amistad entre todos los pueblos".

"La lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual; edificar la paz y construir puentes. Son como los puntos de referencia de un camino al cual quisiera invitar a participar a cada uno de los países que representáis. Pero, si no aprendemos a amar cada vez más a nuestra Tierra, es un camino difícil".

Para concluir el Papa reiteró su agradecimiento a las delegaciones que estuvieron presentes en la Misa de inicio de su pontificado e hizo votos para que "el Señor Todopoderoso colme de sus dones a cada uno vosotros, a vuestras familias y a los Pueblos que representáis. Muchas gracias".


Dia do pai? É ir para a cama às nove e meia - por Henrique Raposo

In Expresso  

Pré-pais confirmados e pais wannabe têm feito a pergunta fatal, "então, o que muda na vida de um gajo depois de ser pai?". Quando era eu a fazer a pergunta, a maioria prometia-me uma revolução caseira, uma reviravolta absoluta que deixaria tudo de pantanas, ui, ui, pá, deixas de ter tempo, nem o Benfica vais conseguir ver. Tenho a dizer que este apocalipse doméstico não se concretizou. É verdade que a relação com o tempo é a grande afectada, mas é afectada num bom sentido. Sim, parece que tenho mais tempo desde que a minha filha nasceu. Sim, meu caro leitor, não vale a pena adiar a paternidade por causa do "medo de ficar sem tempo". Isso é um mito urbano.

Como é que tenho mais tempo apesar das fraldas decoradas com instalações pós-modernas, dos choros que perfuram tímpanos, das matinés de carinho, das noites mal dormidas, das idas diárias à creche, das festinhas da creche, da presença reforçada dos avós, das idas à pediatra, das idas à urgência e, claro, das idas ao supermercado para sacar todas as fraldas Dodot em promoção? É simples: o tempo rende mais. Usando a linguagem do economês, diria que a minha produtividade subiu. Um filho, meu caro leitor, é a coisa mais disciplinadora do mundo. Um filho é o melhor antídoto contra a dispersão. Agora não pode haver distracções, não há tempo para bater um papinho, porque o horário de trabalho (o tempo em que Ela está na creche) tem mesmo de render. Resultado? Faço mais coisas do que antigamente, e nem preciso de trabalhar à noite. Portanto, meu caro leitor, se anda angustiado com a sua tendência para a dispersão, faça lá o favor de ter um filho. A sua carreira, a segurança social e a produtividade da nação agradecem. 

E a mudança temporal não se fica por aqui. Por artes mágicas, o dia recua várias horas, tudo começa e acaba mais cedo. Às nove da noite sinto o cansaço que sentia às onze, ou seja, a meia-noite chega às nove e meia. Porquê? O jantar da criança é às sete, o banho às sete e meia e o Vitinho aterra às oito, porque é preciso dormir bem e acordar cedo. "E depois?", pergunta o meu caro leitor. Ora, depois das oito voltamos a estar livres para a vidinha de antigamente. Continuamos a fazer as mesmas coisas mas com duas ou três horas de antecipação. Moral da história? Se conseguir uma adaptação ao horário do bebé, se consumar este acto de renúncia, vá, cronológica, você não terá de fazer aquelas grandes renúncias que colocam a paternidade em conflito com a vidinha boa. Afinal de contas, atrasar o relógio um par de horas não é um drama. Drama é ver bebés adaptados ao velho horário dos pais. Aliás, agora percebo porque é que há tanta criança a viver numa espécie de birra perpétua.

"Mea maxima culpa", la menzogna sbarca al cinema - di Massimo Introvigne

In NBQ 

Con grande fanfara arriva in Italia il film americano del 2012 «Mea Maxima Culpa – Silenzio nella casa di Dio» del regista statunitense Alex Gibney. 

Premetto di avere visto la versione originale in lingua inglese: non escludo che – com’è accaduto altre volte – il doppiaggio italiano aggiunga altre imprecisioni. Ma anche l’originale di questa nuova macchina da guerra contro la Chiesa contiene un numero impressionante di bugie. Si resta davvero sconcertati quando si vede la protervia con cui menzogne smentite decine di volte sono riproposte tranquillamente, ignorando documenti e fatti. 

Come altre produzioni in materia di preti pedofili – dal film «Deliver Us from Evil» (2006) della regista Amy Berg al documentario «Sex Crimes and the Vatican» (2006) dell’attivista omosessuale ed ex-parlamentare irlandese Colm O’Gorman, a suo tempo proposto da Santoro in «Annozero» – il film propone uno schema in tre passaggi. 

Nel primo si mostrano, con immagini e testimonianze sconvolgenti che non possono che provocare l’ira e il disgusto dello spettatore, le nefandezze dei sacerdoti pedofili. Nel secondo si «dirottano» il disgusto e l’ira dal prete pedofilo di turno ai vescovi che l’avrebbero protetto. Nel terzo passaggio l’ira, così canalizzata, è indirizzata verso il destinatario ultimo: la Santa Sede e i Papi beato Giovanni Paolo II (1920-2005) e Benedetto XVI.

I tre passaggi non sono evidentemente sullo stesso piano. Il primo in «Mea Maxima Culpa» ha sequenze tecnicamente ben fatte, e ci mette di fronte anzitutto a un caso vero e tragico, che fa da filo conduttore a tutto il film. Si tratta della vicenda di don Lawrence Murphy (1925-1998), accusato di abusi particolarmente disgustosi, durati per vent’anni, in un collegio per minorenni sordi, la St. John School a Saint Francis, nel Wisconsin. 

Non dobbiamo avere paura di riconoscerlo, ed è stato un insegnamento sistematico di Benedetto XVI: i preti pedofili esistono. Se anche ce ne fosse stato uno solo nella Chiesa, sarebbe stato uno di troppo. Ma sono stati molti di più: non migliaia, come vorrebbe la propaganda anti-cattolica, ma centinaia. I loro crimini sono una gravissima vergogna, uno scandalo, un’offesa inaudita. Molte volte a nome della Chiesa l’attuale Pontefice emerito ha chiesto perdono alle vittime. Ha anche messo in opera misure severissime, che hanno fatto sì che i casi siano molto diminuiti. Ma accettiamo anche da avversari della Chiesa il servizio che ci rendono, impedendoci di dimenticare che casi come quelli di don Murphy si sono purtroppo davvero verificati.

Sul secondo passaggio il film comincia a svelare la sua agenda. Ci dice che la sua diocesi, quella di Milwaukee, ha coperto per anni don Murphy. Chi lo afferma? Qui sfilano i soliti sospetti, la compagnia di giro dei professionisti dell’anti-pedofilia, molti dei quali sono già noti ai nostri lettori. 

Si va da esponenti dello SNAP, l’associazione di sostegno alle vittime degli abusi di cui «La Nuova Bussola Quotidiana» ha svelato il 9 marzo qualche segreto non proprio encomiabile, all’avvocato miliardario Jeff Anderson, che si è arricchito dedicandosi praticamente a tempo pieno alle cause dove chiede risarcimenti strabilianti – che finiscono in buona parte nelle sue tasche – alla Chiesa.

Il film riporta compiaciuto che oltre cinquecento cause hanno portato nelle casse di Anderson e di pochi altri come lui due miliardi di dollari. Ritroviamo il sacerdote domenicano ultra-progressista Tom Doyle, attivissimo nel testimoniare a pagamento per Anderson e che il film presenta come un paladino dei veri interessi della Chiesa mentre ha pubblicamente dichiarato nel 2012 che ormai «non ha più niente a che fare con la Chiesa» e che le sue credenze «sono più o meno quanto di più lontano dal Vaticano potete immaginare».

Non mancano la giornalista del «New York Times» Laurie Goodstein, che ha trasformato il quotidiano americano in un megafono di Anderson e dello SNAP, e l’ex-benedettino, ora sposato, Richard Sipe, che spiega sapientemente come gli insegnamenti della Chiesa su eucarestia e confessione siano «eresie». 

Si aggiungono, per un tocco internazionale, il già citato Colm O’Gorman, l’ex-parlamentare radicale italiano Maurizio Turco – noto per avere chiesto l’incriminazione di Papa Benedetto XVI per crimini contro l’umanità – e il vaticanista de «Il Fatto Quotidiano», Marco Politi, che porta anche una nota di colore al film attaccando la Chiesa con una curiosissima pronuncia inglese all’amatriciana. In questo inglese improbabile, ci spiega che il problema dei preti pedofili è antichissimo e che già «un concilio spagnolo del IV secolo» lo aveva rilevato. Politi allude ai canoni 12 e 71 del Concilio di Elvira, che però trattano di rapporti sessuali con minori – purtroppo comuni nell’antichità romana – senza fare riferimento ai preti, di cui è invece sanzionata l’immoralità sessuale, senza allusioni alla pedofilia. Utilizzare il Concilio di Elvira per sostenere che la Chiesa ha a che fare con i preti pedofili e li copre «da 1.700 anni» è semplicemente ridicolo.

Per sfortuna dei professionisti dell’anti-pedofilia, il caso Murphy è stato studiato a fondo e da anni, e i documenti raccontano una storia diversa dalla loro. Le denunzie precedenti al 1973 erano così vaghe da non giustificare nessuna azione. Nel 1973 alcune vittime iniziano a rompere davvero il silenzio. Nel 1974 incontrano l’allora arcivescovo di Milwaukee mons. William Edward Cousins (1902-1988).

Il film ci racconta che Cousins, dopo questo incontro, «non fece nulla». È una bugia. L’incontro con le vittime si svolse il 4 maggio 1974. Già il successivo 18 maggio il giornale diocesano riportava che don Murphy era stato sollevato da ogni incarico pastorale e d’insegnamento agli studenti della scuola St. John’s. A settembre, lasciò la scuola – certo, come mostra il film con immagini dell’epoca, calorosamente ringraziato da una parte degli studenti che nulla sapevano degli abusi. Da allora, per venticinque anni visse a casa sua a Boulder Junction, nel Wisconsin, a oltre trecento chilometri dalla St. John’s, e non ricevette fino alla morte alcun ulteriore incarico pastorale.

Il film afferma che fu «assegnato» alla parrocchia di Boulder Junction. Altra bugia: è vero che nei primi anni alcuni parroci della zona lo chiamarono a celebrare Messa, ma lo fecero ignorando che era stato autorizzato dalla sua arcidiocesi, Milwaukee, a celebrare solo privatamente. 

Il film ammette che la polizia, cui una vittima si era rivolta, rimase inattiva, e che la magistratura locale – dopo un’inchiesta sommaria e una visita alla scuola – archiviò il caso. Afferma che lo fece perché era scattata la prescrizione – il che è molto dubbio – e perché «i magistrati erano cattolici», un’accusa curiosa dal momento che magistrati cattolici hanno incriminato preti pedofili in tutti gli Stati Uniti.

Soprattutto, il film si dimentica di dire che la stessa arcidiocesi si rivolse alla magistratura: e la dimenticanza deriva dal fatto che – fra tanti testimoni – il regista Gibney si è «dimenticato» di consultare padre Thomas Brundage, pure citato nel film, che seguì tutto il caso come responsabile del tribunale ecclesiastico di Milwaukee e la cui testimonianza cruciale è stata completamente ignorata.

Certamente la Chiesa nel 1974 era meno consapevole di oggi della gravità dello scandalo dei preti pedofili. Tuttavia, non è vero che l’arcivescovo Cousins «non fece nulla»: al contrario, si mosse rapidamente per mettere don Murphy in condizione di non nuocere. Quanto alle responsabilità penali del sacerdote, non fu la Chiesa a proteggerlo dalla magistratura ma fu la magistratura – sbagliando, ma non per colpa dell’arcivescovo – ad archiviare le denunce senza approfondirle.

Veniamo al terzo passaggio. Il film racconta come negli anni dal 1996 al 1998 don Murphy sia stato protetto nientemeno che dal cardinale Ratzinger e dall’allora cardinale Bertone che, in qualità rispettivamente di prefetto e segretario della Congregazione per la Dottrina della Fede, non diedero seguito a denunce arrivate a Roma da Milwaukee. 

Intervista l’impresentabile ex-arcivescovo di Milwaukee Rembert George Weakland O.S.B., caduto in disgrazia dopo che è emerso il suo uso di 450.000 dollari tratti dalle casse dell’arcidiocesi per pagare un amante omosessuale che lo stava ricattando.

Weakland non solo è tradito dalla sua memoria quando afferma che i tempi di prescrizione del crimine di abusi sono più brevi nel diritto canonico rispetto al diritto civile – è il contrario – ma afferma, «pro domo sua», che portò il caso a Roma e che il cardinale Ratzinger e l’allora mons. Bertone si mossero con grande lentezza permettendo a Murphy di morire nel 1998 senza essere stato adeguatamente punito. Mons. Weakland e il film ripetono menzogne che sono state già smascherate nel 2010, quando la bufala fu lanciata dalla Goodstein sul «New York Times» per attaccare Benedetto XVI, da un’esemplare inchiesta dell’attuale direttore de «La Nuova Bussola Quotidiana» Riccardo Cascioli, il quale ricostruì il comportamento della Congregazione per la Dottrina della Fede nel caso Murphy nei più minuti particolari, tutti sostenuti da documenti.

Dall’inchiesta di Cascioli emergeva che il caso di don Murphy era di competenza di Milwaukee, non di Roma, ma che Roma – in persona dell’allora monsignor Bertone – non si disinteressò affatto della vicenda né incitò a insabbiarla, fornendo precisazioni quanto alla procedura che permettesse di sanzionare in modo conforme al diritto canonico un sacerdote, che era peraltro moribondo, in relazione a fatti che risalivano a oltre vent’anni prima.

Ma è evidente che i dettagli precisi non interessano ai professionisti dell’anti-pedofilia. Lo scopo è attaccare Benedetto XVI, già prefetto della Congregazione per la Dottrina della Fede di cui si spiega che «era un tempo chiamata Inquisizione», mostrando al riguardo la solita litografia illuminista settecentesca dove si vede una donna, nuda e con gli obbligatori seni ben esposti, torturata dall’Inquisizione con le sue macchine diaboliche. Certo, il film cerca di presentarsi come obiettivo riconoscendo gli sforzi di Benedetto XVI per arginare la piaga dei preti pedofili. Ma si afferma – contro l’evidenza dei fatti – che non hanno avuto alcun successo.

Se il caso Murphy offre l’impalcatura su cui si costruisce tutto il film, si menzionano anche altri episodi. Colpisce che non si tratti mai di casi recenti, a riprova del fatto che davvero le misure di Benedetto XVI hanno ridotto in modo molto significativo il fenomeno, precisamente quello che il film cerca di negare. 

Il primo caso evocato è quello dell’Irlanda, dove in relazione agli abusi di don Tony Walsh si evoca come «il documento misterioso» la lettera del 1997 in cui l’allora nunzio apostolico in Irlanda mons. Luciano Storero (1926-2000) comunicava ai vescovi irlandesi le «serie riserve» della Congregazione del Clero su un documento preparato da una commissione di esperti nel 1995 in cui tra l’altro si stabiliva l’obbligo per i vescovi di denunciare immediatamente alle autorità civili ogni notizia o voce di abusi di cui fossero venuti a conoscenza.

La pubblicazione della lettera provocò nel 2011 una crisi diplomatica fra Irlanda e Santa Sede, di cui ci occupammo su «La Bussola Quotidiana», dando conto della dettagliata risposta della Segreteria di Stato. 

Nel 1997 l’obbligo di denuncia immediata di possibili abusi – non solo per i vescovi ma anche per i medici, i dirigenti scolastici e altri – non esisteva nel diritto dell’Irlanda, che sarebbe cambiato sul punto solo nel 1999. Se i vescovi, prima di qualunque indagine e sulla base magari di una semplice accusa malevola o isolata, avessero denunciato immediatamente i propri preti alla polizia non solo avrebbero agito in modo moralmente discutibile ma avrebbero violato la legge dello Stato irlandese dell’epoca, esponendosi ad azioni penali per calunnia e civili per il risarcimento del danno agli accusati che poi fossero risultati innocenti. Nulla di tutto questo emerge nel film: la lettera Storero è presentata come la «pistola fumante», la prova della volontà della Chiesa di proteggere i pedofili a tutti i costi.

Viene poi il caso di padre Marcial Maciel (1920-2008), il fondatore dei Legionari di Cristo di cui si ricostruiscono la doppia vita, i figli illegittimi e gli abusi omosessuali ed eterosessuali. Il riferimento nel film offre l’occasione di una precisazione. 

Senz’altro qualche difensore di «Mea Maxima Culpa», che dà voce ancora una volta al giornalista ostilissimo alla Santa Sede Jason Berry, mi ricorderà che a suo tempo scrissi una recensione molto critica del libro di Berry, in cui mostravo di credere alle proteste d’innocenza di Maciel, convinzione che confermai in una successiva breve nota all’inizio dell’indagine vaticana, auspicando che tutto potesse essere chiarito.

Non ho nessuna difficoltà a confessare di essermi sbagliato. Come molti altri, vedevo i buoni frutti della congregazione dei Legionari di Cristo e avevo difficoltà a convincermi che potessero venire da una radice perversa. Sapevo anche che il beato Giovanni Paolo II – come il film non manca di ricordare – credeva all’innocenza di padre Maciel. Avevo torto io, e aveva ragione il cardinale Ratzinger che invece fin dall’inizio riteneva colpevole il fondatore dei Legionari di Cristo. 

Mi è già capitato di fare ammenda – in pubblico, con una lettera letta al congresso dell’International Cultic Studies Association tenuto a Montreal nel 2012 – per una posizione sbagliata che può avere arrecato dolore ad autentiche vittime dei crimini di padre Maciel.

L’occasione è però favorevole per precisare che il fatto che Maciel fosse colpevole non rende vere le affermazioni del libro di Berry che attaccano la Chiesa in genere, per esempio con autentiche castronerie su come procedono i tribunali ecclesiastici nei casi di annullamento di matrimoni. Maciel è colpevole, ma le castronerie restano tali. E ha torto anche Politi quando afferma nel film che quello di Maciel è «un caso di scuola» in materia di preti pedofili. No, non lo è. È un «mistero», come ebbe a dire Benedetto XVI. Non ci sono altri casi di fondatori di ordini religiosi, con frutti splendidi, colpevoli di comportamenti non solo immorali, ma criminali.

Politi sostiene anche che in Italia ci sono «migliaia di casi di abusi sessuali nascosti dalla Chiesa». Ma deve avere qualche problema con i numeri, perché i casi segnalati ai tribunali italiani sono al massimo un’ottantina. Certo, ci sono episodi reali come quello dell’Istituto Provolo per sordi a Verona. Ma – affidandosi ad anti-clericali fanatici come Maurizio Turco – il film ci mostra sequenze a effetto senza dire che la Chiesa italiana si è mossa affidando un’esemplare inchiesta indipendente a un magistrato, il dottor Mario Sannite, che ha portato a sanzioni della Santa Sede contro un sacerdote e a ulteriori indagini su altri tre. L’indagine ha però anche giudicato fantastiche e infondate le accuse di Gianni Bisoli, che afferma di essere stato fra gli abusati, contro ben ventinove religiosi e contro l’allora vescovo di Verona, il servo di Dio mons. Giuseppe Carraro (1899-1980), di cui dopo il rapporto Sannite è ripreso il processo di beatificazione.

Ripetiamolo ancora una volta: quella dei preti pedofili è una tragedia tremenda e ingiustificabile. Ci sono stati preti criminali, e vescovi gravemente negligenti. Benedetto XVI ci ha mostrato come affrontare questa piaga, senza alcun negazionismo. Ma il film «Mea Maxima Culpa» non è un reportage obiettivo dalla parte delle vittime. Mira al bersaglio grosso, alla Chiesa. Si apre con l’ex-benedettino Sipe che afferma che metà dei preti è infedele al celibato – sarebbe interessante sapere da dove trae questi dati – e che il sistema del celibato «produce e protegge i pedofili». 

Un’affermazione cui potrei replicare ricordando che ci sono più pedofili fra i maestri di scuola americani e fra alcuni gruppi di pastori protestanti, che non hanno il celibato, che tra i preti. Ma mi piace rispondere con parole del cardinale Bergoglio, oggi Papa Francesco, nel suo libro-intervista «Il gesuita»: «Se c’è un prete pedofilo è perché porta in sé la perversione prima di essere ordinato. E sopprimere il celibato non  curerebbe tale perversione. O la si ha o non la si ha». 

E il film si conclude con la saga dell’avvocato Anderson, una figura davvero sgradevole quando assapora i «fiumi di denaro» che la Chiesa ancora nasconde e che spera evidentemente di veder confluire nelle sue capaci tasche, il quale ha cercato di coinvolgere nelle cause statunitensi Benedetto XVI e la Santa Sede, facendosi peraltro dare torto dai tribunali americani. Ma questo è avvenuto – spiega Geoffrey Robertson, presentato semplicemente come «avvocato specializzato in diritti umani», senza precisare che è anche un infaticabile propagandista dell’ateismo – perché il Papa è protetto dall’essere il capo di uno Stato, il Vaticano. 

La Chiesa acquistò uno Stato, spiega Robertson, a causa di un patto fra Benito Mussolini (1883-1945) – il film commenta con  la musica di «Giovinezza» e facendo vedere un’immagine del Duce insieme ad Adolf Hitler (1889-1945), che non c’entra nulla ma evoca sempre emozioni forti – e Pio XI (1857-1939). Quest’ultimo era un sostenitore acritico del fascismo, spiega Robertson – che non deve avere mai sentito parlare dell’enciclica del 1931 «Non abbiamo bisogno» –: «la Chiesa sostenne il fascismo e in cambio fu creato un suo Stato, il Vaticano».  

Qualcuno spieghi a Robertson un po’ di storia: lo Stato della Chiesa si forma fra il VI e il IX secolo, un po’ prima di Mussolini. Ma Robertson, da bravo inglese, ha trovato la prova definitiva che il Vaticano non è un vero Stato: «non c’è una squadra di calcio». Non è vero neanche questo: esistono per i dipendenti dei dicasteri vaticani un campionato vaticano di calcio, una coppa e perfino una supercoppa tra chi ha vinto rispettivamente la coppa e il campionato – tornei da non confondersi con la «Clericus Cup», cui partecipano seminaristi dei collegi romani che non sono però cittadini vaticani. Forse la prossima finale della supercoppa vaticana potrebbe essere arbitrata da Robertson. Come altri che si esibiscono nel film «Mea Maxima Culpa», si ha infatti l’impressione che capisca più di sport che di religione.

quinta-feira, 21 de março de 2013

Vítima da ditadura desmente suposta cumplicidade de Bergoglio

In Aleteia 

As acusações feitas contra Jorge Bergoglio, agora Papa Francisco, por cumplicidade com a ditadura argentina na tortura de dois sacerdotes foram desmentidas pelo único dos dois que ainda vive, Francisco Jalics.

O jesuíta publicou uma declaração no site da Companhia de Jesus da Alemanha, onde vive atualmente, na qual recorda os terríveis seis meses de 1976 nos quais foi sequestrado, interrogado e torturado com os olhos vendados.

Jalics desmente a versão do jornalista Horacio Verbitsky, quem, após a eleição do Papa Francisco, acusou-o de ter entregue os dois jesuítas às autoridades.

O religioso de origem húngara, que assina com seu nome europeu Franz, conta que, enquanto morava com outro jesuíta, Orlando Yorio, os militares o detiveram, mas a causa não foi uma denúncia de Bergoglio, e sim a detenção de um dos colaboradores leigos dos dois jesuítas.

Os militares descobriram, por meio dele, sua relação com os jesuítas, que acabaram sendo presos e interrogados durante cinco dias. O oficial encarregado reconheceu sua inocência e lhes prometeu liberdade. "Apesar disso, de maneira para nós inexplicável, eles nos mantiveram na prisão durante cinco meses, amarrados e com os olhos vendados", em uma das prisões clandestinas do regime. Em momento algum ele acusa Bergoglio.

O religioso explica que, após sua libertação, ele foi embora da Argentina e não teve oportunidade de falar com o provincial dos jesuítas, o então Pe. Bergoglio. No entanto, alguns anos depois, entrou em contato com ele – quando o superior jesuíta já era arcebispo de Buenos Aires.

Jalics explica que, nessa visita, ambos puderam conversar sobre o que havia ocorrido. "Depois disso, celebramos a Missa em público e nos abraçamos. Dou os fatos por concluídos", disse o jesuíta.

Em 2010, Bergoglio foi chamado a testemunhar por estes fatos, mas Jalics se negou a apresentar-se diante do tribunal, pois não considerava Bergoglio como culpado.

Por sua parte, a Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung publicou duas cartas dirigidas à família Jalics, assinadas por Bergoglio em 1976, nas quais afirmava que estava fazendo todo o possível pela libertação do religioso.

Na primeira, escrita quase toda em latim e datada de 15 de setembro de 1976, lê-se: "Tomei muitas iniciativas para chegar à libertação do seu irmão, mas até agora não tivemos sucesso. (...) Porém, não perdi a esperança de que seu irmão seja libertado em breve. Decidi que este assunto é tarefa minha".

Aludindo aos seus conflitos com Jalics no passado, Bergoglio prossegue: "As dificuldades que o seu irmão e eu tivemos sobre a vida religiosa não têm nada a ver com a situação atual".

Depois, em alemão, afirma: "Ferenke é um irmão para mim. (...) Tenho amor cristão pelo seu irmão e farei tudo o que estiver ao meu alcance para que ele seja libertado".
                            
Como explica em 18 de março o jornal italiano La Repubblica, “era uma época dura: o então padre geral dos jesuítas, Pedro Arrupe, havia condenado a vita in borgata dos dois sacerdotes, pedindo-lhes que fossem embora ou saíssem da Ordem. Daí é que surgiram as diferenças de postura sobre a vida religiosa, às quais Bergoglio aludia".

Um dia depois da libertação de Jalics, Bergoglio escreveu uma segunda carta ao irmão dele: "A falsa notícia, segundo a qual Francisco havia sido assassinado, também chegou a nós, mas eu nunca quis acreditar, pois tinha informações sobre ambos os sacerdotes. Às vezes, as pessoas falam demais, ao invés de contribuir para encontrar soluções".

Horacio Verbitsky, no entanto, republicou em Página 12 alguns documentos já conhecidos que, sem provas, culpavam Bergoglio. O principal documento é uma ficha preenchida em 1979 por um funcionário da ditadura, Anselmo Orcoyen.

Orcoyen recomenda não dar a Jalics (que havia ido à Alemanha) um novo passaporte, definindo-o como "subversivo". Verbitsky sustenta que estes dados teriam sido transmitidos a Orcoyen pelo próprio Bergoglio. O testemunho da vítima e as cartas agora publicadas demonstram o contrário.

Nobel da Paz reafirma que Papa nada teve que ver com a ditadura argentina

In RR

Esta quinta-feira, o Papa Francisco encontrou-se com o argentino Adolfo Pérez Esquivel, prémio nobel da Paz em 1980 e uma das personalidades que desmentiu alegadas ligações do cardeal Bergoglio à ditadura militar, algo que voltou a fazer nesta entrevista à Renascença.

"O Papa não teve nada que ver com a ditadura, não foi cúmplice da ditadura. Não foi dos bispos que mais esteve na vanguarda da defesa dos direitos humanos, porque preferiu mais uma diplomacia silenciosa de pedir pelos desaparecidos, pelos presos. Mas não podemos ligá-lo à ditadura. Mesmo a justiça argentina garante não haver nenhuma acusação sobre ele", afirmou o nobel.

Esquivel falou da “satisfação, a alegria que temos de pela primeira vez ter sido eleito um Papa latino-americano e argentino. Isto é muito significativo para a Igreja que sai do eurocentrismo e se dá ao mundo de outra forma.”

Os dois conversaram durante algum tempo. “Falámos também da questão dos direitos humanos e o Papa disse, com muita clareza que é necessário procurar a verdade, a justiça, e a reparação das injustiças. Os direitos humanos são integrais, não têm que ver apenas com a época de violência e terrorismo de Estado, mas estão relacionados também com a pobreza, meio ambiente, e a vida do ser humano.”

Tem-se tornado hábito o Papa Francisco pedir as orações daqueles com quem se encontra e a quem se dirige, algo que já fazia enquanto Cardeal. Desta vez não foi excepção.

“Toda a reunião foi muito emotiva, estivemos muito emocionados os dois, neste reencontro e ele pediu que o acompanhemos através da oração. Pediu também o meu compromisso para eu o poder acompanhar, e poder trabalhar para que o seu papado possa estar ao serviço do povo de Deus e da humanidade", explica Adolfo Pérez Esquivel.

O Papa Francisco e S. Francisco de Assis - por Frei Nuno Allen

Why should Men grow up? No one needs them anyway. A reflection on a recently published cultural commentary - by Msgr. Charles Pope

In AW


We have discussed before on this blog that we live in a culture where maturity is often significantly delayed. In fact there are many in our culture who never grow up. One paradigm of our culture is to that it is fixated on teenage years. Fixation is a psychological description of a person who has not successfully navigated one of the stages of infancy or youth and thus remains stuck in the thinking and patterns of that stage, to one degree or another. Out culture’s fixation on teenage issues and attitudes is manifest in some of the following:
  1. Irrational aversion to authority
  2. Refusal to use legitimately use the authority one has
  3. Titillation and irresponsibility regarding sexuality
  4. General irresponsibility and a lack of personal accountability
  5. Demanding all of one’s rights but avoiding most of one’s responsibilities
  6. Blaming others for one’s own personal failings
  7. Being dominated by one’s emotions and carried away easily by the passions
  8. Obsession with fairness evidenced by the frequent cry, “It’s not fair!”
  9. Expecting others and government agencies to do for me what I should do for myself
  10. Aversion to instruction
  11. Irrational rejection of the wisdom of elders and tradition
  12. Obsession with being and looking young, aversion to becoming or appearing old
  13. Lack of respect for elders
  14. Obsession with having thin and young looking bodies
  15. Glorification of irresponsible teenage idols in culture.
  16. Inordinate delay of marriage, widespread preference for the single life.
I have often been accused when writing in this manner, especially by younger men that I have little idea what they really face. I do plead to being guilty of being less sensitive to the struggle of men simply because I am a man. I don’t generally like to hear men make excuses, as a man it alarms me. Men tend to tell each other to make no excuses and to “be a man.”

But I was alerted recently to two other articles on this subject. One of them is by a woman who has some good insights to the lack of male maturity today. Sometimes it takes someone on the outside to better grasp the dynamics. I think she shows a little more understanding (in both the intellectual and sympathetic sense of the word), and if it helps male readers to experience greater insight than I have to offer, I offer here an excerpt with comments by me in red:

Not so long ago, the average American man in his 20s had achieved most of the milestones of adulthood: a high-school diploma, financial independence, marriage and children. Today, most men in their 20s hang out in a novel sort of limbo, a hybrid state of semi-hormonal adolescence and responsible self-reliance. This “pre-adulthood” has much to recommend it, especially for the college-educated.

So she coins a term here called “pre-adulthood.” I have tended just to call this “extended adolescence” but her terms does capture the fact that many of the immature men (and some women too) do live away from parents and do have jobs, but otherwise are not so different from adolescents and college preppies. So her term does include a necessary distinction.

But it’s time to state what has become obvious to legions of frustrated young women: It doesn’t bring out the best in men….They are more like the kids we babysat than the dads who drove us home…..

Exactly. I have had many women tell me how tedious young men are. I usually reply that a feminized culture has largely produced them. So has a culture fixed on teen themes. Men also get mixed messages from both women and culture to the effect “Be a man, but don’t do it in a manly way…Show some leadership but get out of the way…. Many men are rightly confused, especially younger men who are some two generations removed from anything resembling a patriarchal family structure. Today matriarchy is the norm almost everywhere, and if there is even a whiff of Patriarchy it is round mocked and even punished legally. Ms Hymowitz will develop this more.

Among “pre-adults,” (again, her word for the extension of adolescence)  women are the first sex. They graduate from college in greater numbers (among Americans ages 25 to 34, 34% of women now have a bachelor’s degree but just 27% of men), and they have higher GPAs. As most professors tell it, they also have more confidence and drive. These strengths carry women through their 20s, when they are more likely than men to be in grad school and making strides in the workplace. In a number of cities, they are even out-earning their brothers and boyfriends….Their male peers often come across as aging frat boys…

Yes the feminists in our culture have long ago succeed in emasculating culture and making male proclivities almost criminal. In schools young boys who show the traditional spit and vinegar are declared ADHD and medicated. They are forbidden the rough and tumble that used to be usual fare for growing boys. Leadership and the aggression (within proper limits) that often fuels male leadership is excoriated etc. In this strange land of largely feminine run schools boys are poorly formed and it makes sense that they under-achieve. Nevertheless, despite decades of this, most feminists still claim victim status and continue to double-down on further feminizing the scene. Gone are the days when Father Flanagan caught two boys fighting and issued them boxing gloves and set the time for a proper fight between gentlemen after school.

For a long time, the poor and recent immigrants were not part of adolescent life; they went straight to work, since their families couldn’t afford the lost labor and income….today’s pre-adults have been wait-listed for adulthood. Yes this phenomenon is quite recent and rooted in western affluence and to some degree decadence.

Marketers and culture creators help to promote pre-adulthood as a lifestyle…. Precisely.

Pre-adulthood has also confounded the primordial search for a mate. It has delayed a stable sense of identity, dramatically expanded the pool of possible spouses, mystified courtship routines and helped to throw into doubt the very meaning of marriage.

In 1970, to cite just one of many numbers proving the point, nearly seven in 10 25-year-olds were married; by 2000, only one-third had reached that milestone… In 1974 there were 400,000 weddings in Catholic Parishes in the USA. In 2004 there were 199,000 weddings. Cut more than in half and it has dropped like a rock since.

It’s been an almost universal rule of civilization that girls became women simply by reaching physical maturity, but boys had to pass a test. They needed to demonstrate courage, physical prowess or mastery of the necessary skills. The goal was to prove their competence as protectors and providers. Today, however, with women moving ahead in our advanced economy, husbands and fathers are now optional, and the qualities of character men once needed to play their roles—fortitude, stoicism, courage, fidelity—are obsolete, even a little embarrassing.

George Guilder made this same point in a landmark Book Men and Marriage. Ms. Hymowitz does a remarkable job in just two sentences of describing the remarkable toll the break down of the family has had on men. Along with expansive (Mommy State) government usurping a provider role and the general feminization of culture, men are in a cauldron of confusion and obsolescence, a kind of perfect storm.

Today’s pre-adult male is like an actor in a drama in which he only knows what he shouldn’t say. He has to compete in a fierce job market, but he can’t act too bossy or self-confident. He should be sensitive but not paternalistic, smart but not cocky….

Why should they grow up? No one needs them anyway. There’s nothing they have to do. They might as well just have another beer. Wow.

The full article is here: WSJ: Where have the Good Men Gone?

The article is  Adapted from “Manning Up: How the Rise of Women Has Turned Men Into Boys” by Kay S. Hymowitz, to be published by Basic Books on March 1. Copyright © by Kay S. Hymowitz. Printed by arrangement with Basic Books Kay Hymowitz, Wall Street Journal 

I realize both Ms Hymnowitz’s remarks and mine too are not without controversy, especially my remarks about the feminizing of culture. I saying this I do not mean to say there is no value in femininity, only that things have gone out of balance for men....